A medida que los rebeldes armados han avanzado a una velocidad vertiginosa en los últimos días desde el norte de Siria hacia la capital, Damasco, imágenes difundidas en internet mostraban estatuas de la dinastía Assad —que ha mantenido al país bajo su dominio autoritario durante más de 50 años— estrelladas contra el suelo.

Pero mientras las figuras del padre y el hermano fallecidos del presidente Bashar al Asad caían al grito de ”¡Dios es grande!”, la pregunta que se cierne sobre la asombrosamente rápida resurrección de la tórpida guerra civil en una situación de alerta máxima es si los rebeldes podrían derrocar al propio presidente.

El comandante de la alianza rebelde, Abu Mohammed al Golani, quien se presenta como un fanático reformado de Al Qaeda, lo ha dicho sin rodeos.

“Nuestro objetivo es liberar a Siria de este régimen opresor”, dijo en una entrevista en video con The New York Times.

Independientemente de que los rebeldes triunfen o no, los expertos creen que la brutal lucha que se espera para controlar Damasco, y por extensión Siria, constituiría el enfrentamiento más importante hasta la fecha en la lucha por rehacer la región, que se inició el 7 de octubre de 2023 con el ataque dirigido por Hamás contra Israel.

Los principales actores regionales —Israel, Irán y Turquía— tienen interés en el resultado, lo que significa que las ondas no solo afectarán a Medio Oriente, sino también a potencias mundiales como Estados Unidos y Rusia.

Si la guerra en Gaza es la peor manifestación hasta ahora de la aparentemente insoluble disputa israeli-palestina, que atrajo al grupo armado libanés Hizbulá, los analistas califican la batalla por Siria como una lucha mucho más importante para dominar una encrucijada regional que influye en todo Medio Oriente.

“Siria es el barómetro de cómo está cambiando la dinámica del poder en la región”, dijo Mona Yacoubian, directora del Centro de Medio Oriente y el Norte de África del Instituto de la Paz de los Estados Unidos en Washington. “Se avecina un periodo de caos en una región que ya está en llamas”.

Los estrategas de Israel se refieren a Siria como el “centro de los centros”, que ha servido de conducto de suministro de hombres y armas a lugares como el sur del Líbano. Allí, Hizbulá, el principal aliado regional de Irán, ejercía su dominio antes de que Israel diezmara las filas del grupo asesinando a su antiguo líder y a gran parte de su cúpula. Israel también lanzó ataques directos contra defensas aéreas estratégicas de Irán.

Israel está decidido a impedir que Irán, que ha apuntalado al régimen de Asad, restablezca esas líneas de suministro. Tampoco está claro cómo reaccionaría Israel ante un gobierno de estilo islámico en Siria si cayera el régimen de Asad, especialmente un gobierno en deuda con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien ha sido un duro crítico a causa de la guerra de Gaza.

Irán sabe que si pierde a Asad y su dominio sobre Damasco, significaría el fin de su intento de fortificar una media luna de fuerzas chiíes musulmanas aliadas desde Líbano hasta Irak y Yemen que puedan amenazar a Israel. No obstante, el viernes, Irán, tras más de una década de apoyo incondicional a Asad, comenzó a evacuar de Siria a funcionarios militares de alto rango de su poderosa Fuerza Quds y a otro personal, según funcionarios iraníes y regionales.