Está a punto de luchar por un Oscar, pero al cineasta iraní Mohammad Rasoulof la situación le sabe distinta que al resto de los candidatos.
De no haber escapado de su país en un peligroso viaje por las montañas, estaría pagando una pena de ocho años en prisión, tras recibir latigazos y que sus bienes fueran confiscados, según la disposición del Tribunal Revolucionario Islámico.
Para Rasoulof, uno de los directores más perseguidos por el régimen y cuyas películas están prohibidas allí por «atentar contra la seguridad nacional», el triunfo no radica en la posibilidad de la estatuilla dorada, sino en que La Semilla del Fruto Sagrado se vea y se converse.El filme, nominado a Mejor Película Internacional (postulada por Alemania, su país adoptivo), que se estrena este jueves en salas mexicanas, es una denuncia contra el autoritarismo iraní, la persecución a las mujeres y la asfixiante atmósfera social.
«La sensación que da todo este reconocimiento es que nos han escuchado, han oído nuestro mensaje. Es una sensación bastante agradable», dice el realizador en entrevista.
«Levantamos este proyecto en contra de la represión para recuperar nuestra dignidad individual», agrega.Drama con tono de thriller que ha ganado una treintena de premios, La Semilla del Fruto Sagrado está ubicado en 2022 durante las protestas por la muerte de Mahsa Amini, mujer golpeada por la policía religiosa por no llevar de manera correcta su velo.Ascendido a juez de instrucción, un hombre (Missagh Zareh) deberá firmar sentencias de muerte en su trabajo, y, en casa, mantener en línea a su mujer (Soheila Golestani) e hijas (Setareh Maleki y Mahsa Rostami) en quienes desconfiará cuando su pistola desaparezca.Nominada también al BAFTA y a los Critics’ Choice Awards, La Semilla del Fruto Sagrado exhibe a los interrogadores, jueces, policías, censores y cómplices, quienes colaboran a que el régimen teocrático y autoritario se afiance.»¿Hasta qué punto se dan cuenta de su propia responsabilidad, individual, en esta cadena de hechos, y en los efectos para los ciudadanos que reprimen?»Para no alertar al gobierno y evitar la censura que ya lo tenía en la mira, Rasoulof rodó el largometraje sin estar presente en las locaciones (realizaba videollamadas), con cámaras pequeñas y un equipo de colaboradores al mínimo.En el proceso, se enteró de que pesaba sobre él una sentencia de prisión, así que aceleró la filmación y, al concluirla, mandó los archivos al extranjero para que su editor alemán le diera forma siguiendo el guion al pie de la letra.Muchos involucrados en la película siguen en Irán, con la prohibición de abandonar el país y vigilancia constante tras haber sido interrogados por los servicios de inteligencia y amenazados con cárcel debido a su colaboración.Rasoulof, de 52 años, exalta con su largometraje la inusitada fuerza de las mujeres jóvenes en Irán, quienes parecen ser el motor que ayudará a cambiar el estatus quo en la república islámica.»En la última etapa del movimiento ‘Mujeres, Vida y Libertad’ del 2022, unas de las particularidades fue la presencia increíble, notable, sorpresiva, de la nueva generación, la juventud, de estas chicas que salieron por las calles.»Esta nueva generación ya no tienen límites, precauciones en la reivindicación de sus deseos en todos los aspectos. No sólo son reivindicaciones feministas, sino de derechos humanos, de vivir como quieren», dice, orgulloso.Rasoulof ya había cumplido penas en prisión dos veces, incluso en completo aislamiento, por anteriores películas igualmente fieles a su visión fílmica: filosos retratos, sin alegorías, del estado de paranoia en que se vive en Irán.»En estos tipos de estructuras políticas, la alegoría, la metáfora, el simbolismo pueden ser los instrumentos de evitar ser uno mismo.»Ha sido una elección muy importante en mi lenguaje cinematográfico de no elegir la alegoría y el símbolo sólo para evitar tener problemas con la censura, si no decir lo que tengo que decir y denunciar lo que tengo que denunciar a través de un lenguaje director y sincero».