Jueves 5 de noviembre de 2020. Nueva York. El resultado de la elección presidencial continúa en el aire 24 horas después del cierre de casillas en espera del conteo en unos cinco estados que definirán el triunfador, mientras Donald Trump buscó frenar y obstaculizar el conteo al acusar fraude, pero ello detonó las primeras movilizaciones de protesta en defensa del voto y contra un autogolpe de Estado.
Según algunos cálculos, entre estados ganados y otros donde goza de una ventaja preliminar, el demócrata Joe Biden sólo necesita de seis a 17 votos electorales más (dependiendo de un estado que algunos cuentan en su columna, otro no) para ganar la presidencia.
El candidato ya ha establecido el récord de recibir el mayor número de votos para un aspirante presidencia en la historia, con más de 71 millones. En total, se calcula que votaron casi 160 millones, según NBC News, lo cual sería la tasa de participación más alta desde 1900.
Wisconsin y Michigan, estados claves que formaron parte del sorpresivo triunfo de Trump hace cuatro años, fueron ganados esta vez por el demócrata Joe Biden, de acuerdo con proyecciones de los principales medios esta tarde. Si Biden mantiene su escueta ventaja en Nevada y Arizona, podrá proclamar su triunfo en la elección nacional.
Pero aún no se puede descartar una victoria de Trump, sobre todo si logra anular partes de esta elección.
La campaña del magnate, con cada vez menos avenidas para captar el trofeo de la relección, anunció que buscará un recuento en Wisconsin y que interpondrá demandas judiciales en Georgia y Pensilvania para frenar los conteos en esos estados. Continuando con la estrategia anunciada desde hace semanas, buscará impulsar su versión de que el alto volumen de voto anticipado es parte de un magno fraude de los demócratas.
Al proclamar su triunfo las primeras horas del miércoles, Trump sacudió al sistema político, no sólo porque ningún presidente se había atrevido jamás a declarar tal cosa –el presidente no decide quién ganó una elección–, sino porque amenazaba con descarrilar el proceso provocando una posible crisis constitucional.
Por ahora el conteo procede, con escasos márgenes, en Arizona, Pensilvania y Nevada, todos los cuales se inclinan hacia el demócrata. Anoche el demócrata también estaba al borde de lograr un pequeño milagro si llega a ganar en Georgia, lo cual sería devastador para los republicanos.
Los expertos electorales en las rutas al triunfo en el Colegio Electoral para coronarse presidente se entretenían, y mareaban a los demás, al jugar con las combinaciones de estados aún no decididos que necesitaba cada candidato para obtener la meta de 270 votos electorales necesarios para coronarse presidente.
El consenso es que, por ahora, Biden tiene una vía más posible que Trump, si las tendencias actuales continúan en esos estados.
Pero con el conteo del voto –demorado en parte por el número sin precedente de boletas emitidas por adelantado que fueron depositadas por correo o en casillas especiales días antes del 3 de noviembre–, avanzando se intensificó el esfuerzo de Trump y sus aliados para cuestionar el proceso y acusar a los demócratas de fraude, sin ninguna evidencia.
Trump, como ha reportado La Jornada durante semanas, ya estaba preparando esta jugada de anunciar su triunfo la noche de las elecciones y de inmediato acusar de fraude a los demócratas cuando los conteos se voltearan en su contra. Trump empezó a cultivar la duda sobre la legitimidad del proceso todos los días y proclamó sin vergüenza que sólo reconocería los resultados si él ganaba. Siguió ese guion a la letra. y con ello está provocando una crisis constitucional.
Diversos movimientos sociales progresistas se habían preparado para estas maniobras y ayer convocaron a las primeras movilizaciones en defensa del voto y para evitar lo que algunos llaman un intento de autogolpe, o sea, con el presidente usando una maniobra extralegal para mantenerse en el poder.
Miles marcharon por el centro de Nueva York, Chicago, Portland, Oregon, Filadelfia, Minneapolis y Dallas, y demás ciudades, con algunos incidentes de arrestos, mientras organizaciones sociales programaron sesiones cibernéticas masivas para evaluar el momento y próximos pasos para exigir y proteger la integridad del voto.
Sin embargo, toda una gama de estadunidenses que esperaban un rechazo masivo mucho más amplio de Trump en las urnas estaban desconsolados con sus propios paisanos, tratando de entender cómo era posible que unos 68 millones –más que su total hace cuatro años– hubieran votado por un hombre que ha exhibido un desprecio total por los valores e instituciones democráticas de este país, alentado el racismo y la xenofobia, desmantelado normas nacionales e internaciones en varios rubros, y quien sólo este año provocó decenas de miles de muertes innecesarias por su manejo irresponsable de la pandemia (la cual, por cierto, ayer registró por primera vez más de 100 mil nuevos contagios en un solo día).
La supuesta indignación alrededor de la presidencia de Trump no produjo un giro sustantivo en su apoyo republicano. De hecho, amplió su base entre votantes blancos. Trump continúa floreciendo en la intersección de la avaricia, la codicia y el racismo. A la luz de esto, gane o no Biden, tenemos que reconocer que nuestro país está roto. Si hemos de componerlo, aquellos de nosotros que estamos comprometidos para construir un Estados Unidos más justo tenemos que denunciar firmemente y rechazar cualquier llamado a apapachar aquellos que están contentos con el mundo que hizo posible a un Trump, comentó ayer el profesor Eddie Glaude Jr, director de Estudios Afroestadunidenses de la Universidad de Princeton.
La legislatura
En esta elección también estaba en juego el control del Senado, pero las ilusiones demócratas de reconquistar la mayoría se están esfumando, aunque aún hay lugar para un milagro, dependiendo del conteo del voto en algunos estados. La Cámara de Representantes se mantuvo bajo control demócrata, pero su mayoría no se amplió como se esperaba.
Otros ganadores
Tal vez por la condición en que se encuentra el país, no debe sorprender que entre los ganadores de la elección estaban la mariguana y algunas otras drogas. En cinco estados la ciudadanía aprobó la legalización del uso médico o recreativo de la mariguana, y ahora uno de cada tres estadundienses viven, o próximamente lo harán, donde el cannabis es legal. En las capitales se legalizaron los hongos mágicos y en Oregon se dio el paso más avanzado en cambio de política sobre esta materia con la despenalización de todas las drogas, incluidas la heroína y la cocaína.